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Más información sobre Tíbet

El Tíbet está ubicado en Asia oriental al suroeste de la meseta central Qinghai-Tíbet y es una de las cinco regiones autónomas de la República Popular China. Limita con India, Nepal, Sikkim y Myanmar.

En octubre de 1950 las tropas comunistas de Mao Zedong ocuparon el Tíbet con el pretexto de liberar al pueblo tibetano de la opresión imperialista. En marzo de 1959 las continuas protestas contra la ocupación desembocaron en una rebelión armada contra los comunistas chinos que fue reforzada por el servicio secreto estadounidense, pero se malogró y como consecuencia de ella muchos edificios fueron destruidos y miles de tibetanos abatidos en los combates y obligados a exiliarse a los países vecinos, como ocurrió con la figura más representativa del budismo tibetano, el Dalai Lama, que reside en Dharamshala desde entonces.

A la Región Autónoma del Tíbet se le conoce como el “Techo del mundo” por estar a una altura promedio superior a los 4000 msnm y extenderse sobre ella las cordilleras de Kunlun, Gangdise, Hengduan y el Himalaya en la frontera con Nepal, donde se encuentra el famoso Qomolangma, el pico más alto del planeta con 8848 m, llamado Everest en Occidente. En la meseta del Tíbet hay más de 1500 lagos, nacen importantes ríos como el Ganges, el Indo, el Amarillo y el Mekong y se encuentra uno de los cañones más profundos y largos del mundo, el del río más importante del país, el Yarlung Zangbo.

En la región viven 3.2 millones de habitantes y se divide en la ciudad prefectura Lhasa; 6 zonas; 1 ciudad distrito y 76 distritos. Su clima es frío, seco y con sol fuerte. Las bajas temperaturas son frecuentes en la regiones occidentales donde hay estepa desértica o tundra con escasa vegetación. En la parte oriental hay altas temperaturas en verano y frío muy intenso en invierno.

Es el hogar de 47 reservas naturales que albergan prados, bosques de abetos, pinos, cipreses y robles, 855 especies de plantas propias, 142 de mamíferos y 473 de aves entre los que se encuentran el langur de cola larga, el macaco, el búfalo salvaje, la gamuza, el leopardo, el guepardo, el oso negro, el gato salvaje, el panda menor, el panda rojo, el yak, el lince, la cabra azul y la pantera de las nieves, la grulla de cuello negro y el faisán tibetano.

La economía está basada en la agricultura de subsistencia ya que es escasa la tierra que se puede arar y la ocupación principal de la meseta es la cría de ganado como ovejas, vacas, cabras camellos, yaks y caballos. El turismo cada vez es más importante y promovido por las autoridades chinas. Unos 25 millones de personas llegan cada año. Actualmente, como ocurre con su vecino Bután, no se puede viajar al Tíbet por libre, sino que tiene que ser mediante las agencias de viajes autorizada por el gobierno que venden el paquete completo que incluye alojamiento, comida, excursiones, servicio de guía y chófer.

La arquitectura de los dzongs o palacios-fortaleza es espectacular. Tiene influencias chinas e indias. Estos imponentes edificios respetan la simetría y están ubicados en acantilados rocosos y montañas pareciendo que emergen del propio paisaje. Tienen techos de madera o bambú planos con parapetos y aleros decorados. Sus infranqueables muros de piedra y ladrillo inclinados ligeramente hacia adentro, tienen pocas o ninguna ventana en los pisos inferiores, paredes blancas con una banda ocre en la zona superior y columnas y vigas de madera que forman galerías y se disponen alrededor de uno más patios coronados por torres de defensa. El ejemplo por excelencia del dzong es el Palacio de Potala en Lhasa.

En el Tíbet se pueden contemplar los paisajes más puros del mundo con los colores más puros del mundo a través de sus nieves perpetuas, valles profundos, verdes bosques frondosos, cielos azules radiantes, lagos sagrados, montañas gigantescas y extensas llanuras ocres, todos engalanados siempre por los vibrantes tonos de las banderas de oración que aletean al compás del viento para esparcir los buenos deseos.

Viajar al Tibet significa ahondar en la religión budista que es el fundamento de la vida cotidiana del pueblo tibetano, el cual a pesar del sufrimiento, reivindica su identidad y lucha por preservar sus costumbres, su cultura y sus valores.

El Tibet es un destino deseado para cualquier viajero y es porque se considera un mito en cuestiones turísticas. Siempre ha sido un lugar que ha suscitado gran entusiasmo e interés, quizás por ser uno de los más inaccesibles y místicos del planeta y por estar habitado por un pueblo afable, que manifiesta su gran calidad humana recibiendo siempre al visitante con sonrisas y buenas palabras.

Es un viaje espiritual al corazón del Himalaya para aprender a ver la vida con honestidad, un viaje con mayúsculas que supone un antes y un después porque las imágenes y las vivencias perdurarán en la memoria como pocas. Y es que Tíbet tiene alma y tiene magia, y después de haber estado allí, se esconde para siempre en un rincón del corazón.

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