Escenarios de la película El talento de Mr. Ripley

vespa roja el talento de mister ripley

Un escenario Mediterráneo único para Hollywood y sus estrellas:

Un paseo en Vespa por la Costa amalfitana recorriendo pueblos mágicos… un expresso en la Piazza Navona, mientras al fondo se entremezcla el sonido del agua de la fuente de los cuatro ríos de Bernini con el devenir del alegre pueblo romano…»Tosca» en la ópera de la Scala… Una visita express a Venecia para cenar en el Gran Canal, mientras por el Rialto no dejan de pasar alegres gondoleros cantores… En un ambiente años 50 cuajado de glamour y luz dorada como no se veía en las pantallas desde el blanco y negro de Audrey Hepburn en «Vacaciones en Roma», los ingredientes se entremezclan con esmero y dedicación: una historia de cine negro con triángulo amoroso incluido, que se desarrolla entre la costa amalfitana, Roma, la Costa Azul y Venecia. 
Añadámosle tres protagonistas guapos: Matt Damon, Gyneth Paltrow y… un dandy británico como no se veía desde Michael Caine en la gran pantalla: Jude Law en uno de los papeles de su vida. Lo aderezamos con terrazas romanas, Lambrettas correteando por adoquinados espacios barrocos, ópera, paseos en velero… y como guinda un crimen, el suspense más hitckcockckiano desde el mismo Hitchcok mezclado con Jazz y perfume italiano.

Os proponemos un viaje tras los pasos de Ripley, por cafés mágicos en los que se puede escuchar a Adriano Celentano y su «Azzurro», boutiques de moda italiana, restaurantes con terraza de vistas al mar más azul del planeta, galerías del arte contemporáneo más chic y museos llenos de riqueza artística, conciertos de Jazz en directo… Un viaje a la altura de aquel que realizara Patricia Highsmith, la autora de la novela «El Talento de Mr. Ripley», con los pingües beneficios que le había reportado las ventas de su anterior novela «Extraños en un tren» (como no, llevada a la pantalla por Sir Alfred). 
La escritora recorrió varios de estos marcos que sin lugar a dudas la inspiraron para la realización de su libro. El detallista Anthony Minguella, creó una obra cinematográfica tan pulcra como excitante, tan elegante como sensual, tan detallista como brutal en alguna escena… el famoso director de «El paciente inglés» realizo la película en el año 1999 con unas localizaciones espectaculares que a continuación visitaremos…

Escenarios de la película El talento de Mr. Ripley

El pueblo de costa: Mongibello

Aquí transcurre gran parte de la trama de la película. Podemos cansarnos de buscar este pueblo por toda la costa de la bota y no lo encontraremos.

Mongibello era el nombre con el cual se denominaba al Etna, el famoso volcán, palabra de origen románico-arábigo. Imaginario, pero muy real en la pantalla, representa el idílico pueblo costero de casas de colores que surgen por agrestes acantilados bañados por azules aguas marinas.

Minguella se encontró con un ideal planteado por la autora y una realidad que plasmar, por ello eligió dos bellas localizaciones en sendas islas de la costa napolitana:

Ischia y Procida.

Cercanas y accesibles mediante ferri son mucho menos conocidas que su vecina Capri, residencia del emperador Tiberio en la cual se ubica «la cueva azul «, espectacular monumento natural.

Son dos islas que aún conservan cierto encanto del turismo de minorías, más acentuado en el caso de Procida, que además nos sorprende por su arcoíris de colores que, como una paleta impresionista, se difumina por el agua.

Procida

El encanto de esta pequeña isla nos invita a realizar pequeñas rutas en moto o bicicleta conociendo el candor de sus gentes y su gastronomía.

Ischia, algo más turística, destaca por su impresionista Castillo Aragonese, que nos recuerda particularmente, en cuanto a su concepción, a ese Castillo de If de la legendaria novela de Dumas, «El Conde Montecristo» .

La isla se caracteriza por sus numerosos spas y centros de compras, con buenos restaurantes en la zona de Forio.

Precisamente allí se hospedó en 1948, el autor americano Truman Capote, en la habitación número 3 de la Pensione Lustro. Escribió un ensayo sobre su estancia allí, que fue publicado en 1950 por Random House.

Otro punto de interés es Casamicciola, ciudad termal cerca al mar que tiene record de terremotos y por lo que quizá, está repleta de fuentes termales.

La mayor parte se encuentran en la localidad de «Castiglione», «La Rita» y Plaza Bagni donde se ubican los hoteles y centros termales. Algunas de las más importantes fuentes son: Gurgitello, Tamburro, Oro, Argento, Ferro, Occhio o Colata.

No obstante, aún podemos disfrutar de la placidez de la isla pesquera que fue, en ciertos puntos que aún conservan esa magia que rodea a todo pueblo de costa mediterráneo.

Ischia

Si como buenos cinéfilos y viajeros hemos visto la peli, nos encantará encontrarnos con ciertas localizaciones como el pequeño puerto, la playa donde Tom Ripley conoce al hijo del millonario, Dickie Greenleaf, o las callejas por donde el mencionado personaje encarnado por Jude Law se pasea en Vespa.

Como no, apasionados de la magia vintage y del estilo italiano, os sugerimos estas visitas sobre dos ruedas… Seguramente no haya otra forma más ideal.

Vespa

Italia, la bella Italia… nadie puede eludir una visita, aunque sea relámpago, a su capital… como los protagonistas de nuestra aventura, os invitamos coger un tren en un trayecto que no nos llevará más de dos horas.

Pequeña visita a la Ciudad de las Siete Colinas: Roma en unas horas…

Y es que, como en la película, carecemos del tiempo, del espacio y de las miles de páginas que le podríamos dedicar a la ciudad inmortal, a la ciudad de los emperadores, al río de calles adoquinadas y serpeantes que forman la urbe de plazas barrocas, la más emblemática e histórica del Mediterráneo.

Por eso, como Ripley, nuestra visita se podría realizar partiendo de un breve y agradable viaje en tren desde Nápoles para pasar un día de compras, de terraceo, de visita cultural superficial paseando entre palacios, iglesias y piazzas.

Y la plaza de las plazas…ups…la «piazza» por antonomasia es la Piazza Navona.

Si fuéramos Tom Ripley y tuviéramos la oportunidad de pasar unas horas en Roma, no dudaríamos sobre que es lo primero que haríamos al salir de la Estación de Termini: coger un taxi y plantarnos en esta plaza para tomar un expresso, deleitándonos la vista con la impresionante fuente de Bernini o la fachada de Santa Agnese in Agone de Borromini.

Sin embargo, ni vivimos en los años 50, ni el encanto ni el glamour romano de la época nos embargaría. Por contra, tendríamos a cientos de turistas, grupos de japoneses, romanos malhumorados (no se caracterizan por su hospitalidad precisamente) y bullicio de tráfico alrededor.

La visita es obligada, no cabe duda. Os sugerimos, quizá, el horario nocturno, mucho más tranquilo y predispuesto a la visita de locales cercanos muy sugerentes, donde poder degustar un combinado rodeado de gente guapa.

Así podremos acercarnos a las escapadas de Dickie para escuchar Jazz en directo junto a su amigo….

Dentro de estos locales destaca sobremanera «La Maison», en el número 3 de la pequeña calle Biccolo dei Granari.

Ambiente decadente a la par que “cool”, techos abovedados, lámparas de araña, barroquismo romano… si a eso le unimos lo divertido de sus parroquianos, tendremos un combinado perfecto que Ripley no habría eludido en el siglo XXI.

La discoteca es gay-friendly, aunque abundan las féminas. Su carácter muy divertido y alegre. Abre de 00:00 a 05:00, por lo que os proponemos una visita previa a la plaza y sus alrededores, una cena en terraza o frugal de pizza al corte y un helado de los que abundan en la multitud de heladerías que circundan la plaza.

¿¿Y el resto del día romano?? Particularmente os damos una recomendación cultural y de ocio un poco alejada del recorrido «típico», visitando algunos lugares no tan conocidos y recomendados en guías al uso, pero muy cercanos al gusto de Ripley por el arte y  la música.

Atravesar el Tiber y visitar por la mañana este barrio merece la pena; algo más tranquilo que la urbe, guarda un poco la esencia de la Roma de Fellini, con cafés y Trattorías más humildes y tradicionales.

Rome skyline

Como Ripley, podríamos enriquecer nuestra ansiedad cultural visitando Santa Cecilia in Trastevere, San Pietro in Montorio, la Universidad americana o la Academia española.

Pero nuestra recomendación cultural especial la dedicamos a la Villa Farnesina, más conocida como «La Farnesina»: Se trata de una villa con un encanto e historia únicos. Se cree que aquí residió Cleopatra con el hijo de César, Cesarión, durante su visita a Roma y que compartieron su idilio durante meses ante el estupor del pueblo romano, ya que los monarcas extranjeros no podían residir dentro de las murallas de la ciudad.

El palacio actual, del siglo XVI,  traspira riqueza y lujo: durante siglos se celebraron fiestas y banquetes de nobles, poetas, cardenales e incluso Papas. Los frescos que engalanan bóvedas y paredes, nos recuerdan cómo debían ser los antiguos palacios romanos.

Se cuenta que tal era el poderío y ostentación de sus lúdicos eventos, que la misma vajilla de plata y oro nunca se lavaba y era arrojada al Tíber, que pasa a los pies de la villa.

Las pinturas de Rafael o Sebastiano del Piombo no dejan indiferente al visitante. Si además, se tiene la oportunidad de realizar la visita acompañado de música de Vivaldi, seremos capaces de trasladarnos durante un rato al mismo Renacimiento o a la riqueza de las cortes papales más barrocas.

Una vez hayamos enriquecido nuestro espíritu, podremos enriquecer nuestro parte más material almorzando en una de las trattorías del barrio o cruzando el río en dirección al Campo di Fiori, donde además, podremos recorrer sus calles y realizar un poco de «shopping». El ambiente del mediodía es magnífico con su tradicional mercadillo.

Hacia el atardecer, callejeo entre templos, iglesias, terrazas, tiendas… Una tarde en Roma sin rumbo definido es el mejor plan, conocer la ciudad entre plaza y plaza.

La ciudad barroca surge, no hace falta buscar nada: el Panteón, el pulcino de della Minerva, il Gesú, el Monumento Vittorio Enmanuelle, los foros, el Palacio Doria Pamphilli…

El objetivo final: la Plaza de España. Ver la puesta de sol en un lugar tan emblemático merece la pena, a pesar de sus atestadas escaleras.

Piazza di Spagna

Aquí Ripley embaucaba a Marge haciéndole creer que Dickie continuaba vivo, a pesar del terrible crimen cometido por tan «inocente» joven.

Podríamos huir hacia Venecia o San Remo y continuar el recorrido fílmico, en un viejo tren como dice la canción de Adriano Celentano:

e allora
io quasi quasi prendo il treno
e vengo, vengo da te,
ma il treno dei desideri
nei miei pensieri all’incontrario va.

Pero por hoy, os emplazamos a que vuestras mentes y espíritus impacientes esperen una nueva entrega de otro viaje cinéfilo y «exóticco». Mientras tanto, te acercamos a Italia para que puedas disfrutar de los escenarios más maravillosos de la película El talento de Mr. Ripley.

Arrivedeci!

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