
Atardeceres en Santorini, Amistad y Escapada Griega
¿Quién dice que hay que estar enamorado para viajar en pareja? La periodista Alice y su mejor amiga cambiaron las apps de citas por una aventura en Grecia. Descubre cómo convirtieron un viaje de chicas en una historia por la que brindar.
Santorini destaca de entre todos los destinos románticos del mundo. Ubicado al suroeste de la Grecia continental, los famosos edificios encalados de la isla se alzan sobre aguas azules brillantes, aferrándose al borde de un escarpado acantilado volcánico y ofreciendo un impresionante telón de fondo.
Con calles estrechas y adoquinadas, iglesias de cúpulas azules y maravillosas vistas que se extienden por el Egeo hasta el horizonte, es fácil entender por qué se ha convertido en un lugar popular para parejas que buscan arquitectura e historia antigua, sol, mar y arena.
Y aunque la más íntima de todas las Cícladas es el escenario perfecto para propuestas de matrimonio al atardecer y largas lunas de miel, no hay motivo para reservarla exclusivamente para ocasiones románticas o especiales. De hecho, aconsejaría a cualquiera que esté buscando unas vacaciones de ensueño que tache Santorini de su lista de deseos. Ahora es buen momento para reservar tu billete y disfrutar del relax y el excelente vino que la isla ofrece junto a tu mejor amiga.
Yo experimenté la magia de Santorini hace unos años, durante un inolvidable viaje de 10 días con mi amiga del instituto, Katie. Ambas solteras en ese momento, y aburridas de andar buscando un compañero de viaje, decidimos que una escapada de chicas sería el antídoto perfecto contra las citas aburridas y los mensajes sin respuesta, además de que nos haríamos fotos mucho más instagrameables que cualquier novio.
Nuestro viaje no comenzó en Santorini, sino en la cercana Miconos, que comparte la arquitectura icónica y las pintorescas calles adornadas con buganvillas, pero con la fama de ser la Ibiza griega. Así que si buscas bares a pie de calle, discotecas abiertas hasta el amanecer y celebrities en la playa, esta isla no te decepcionará.
Un viaje para recordar
Nos alojamos en las afueras de Chora, la capital (también conocida como “Ciudad de Míkonos” u “Hora”), y nuestra primera parada fueron los famosos molinos de viento de la isla, ubicados frente al barrio de Pequeña Venecia, donde una maraña de elegantes bares y restaurantes bordean el paseo marítimo. Visibles desde cualquier punto de la ciudad, los Kato Mili han sido un emblema de Miconos desde el siglo XVI y permiten aprender más sobre el pasado agrícola de la isla antes de explorar las encantadoras callejuelas y detenerse a tomar un aperitivo, preferiblemente en una de las antiguas casas de ricos comerciantes que ahora funcionan como elegantes bistrós y cafés.
En cuanto a la gastronomía, Miconos ofrece opciones que van desde restaurantes informales a elegantes establecimientos con impecables manteles blancos y vistas épicas. Sin embargo, para probar la auténtica cocina mediterránea basta visitar la Taberna de Kiki: un punto destacado de nuestras vacaciones. Este pequeño restaurante está escondido en el lado norte de la isla, junto a la playa de Agios Sostis y no tiene cartel ni teléfono para reservar. Llegamos al mediodía, justo antes de abrir, y nos invitaron a un vino rosado mientras hacíamos cola para conseguir una mesa. Tras saborear ensaladas, mariscos, pescados y verduras a la parrilla, lo teníamos claro: la espera había valido la pena.
Después de exprimir al máximo la vida nocturna de Miconos, con una noche en el Cine Manto incluida, un hermoso bar-jardín con cine al aire libre, y quemar nuestras tarjetas de crédito en el glamuroso Paradise Beach Club, nos alegramos de haber planeado terminar nuestro viaje con unos días más tranquilos en Santorini.

‘Terminamos la noche brindando por abrazar nuestra wanderlust, convirtiendo nuestro sueño compartido en una experiencia extraordinaria.’
A solo dos horas y media en ferry, Santorini tiene un ambiente relajado que invita a pasar el tiempo holgazaneando bajo el sol. Sin embargo, ningún viaje a esta isla estaría completo sin antes enfrentarse a las Escaleras Karavolades, que zigzaguean por el acantilado entre la capital, Fira, y el puerto principal de la isla. Hay un teleférico para quienes deseen disfrutar de las vistas sin sudar, pero nosotras (quizá imprudentemente) decidimos subir a pie los 588 escalones, recompensándonos con una copa de vino blanco en la cima.
Hablando de vino, el Museo del Vino Koutsogiannopoulos es una excelente opción para los amantes de la gastronomía. Construido a ocho metros bajo tierra y formando un laberinto de cuevas, el peculiar museo explora la historia de la viticultura en la región, y la visita termina con una degustación de vinos locales que tienen matices únicos gracias al suelo volcánico de Santorini. Algo que también recomiendo explorar de cerca con un crucero de día completo. Nosotras reservamos una excursión en un tradicional caique de madera que incluyó una visita a la cima del volcán activo de la isla, nadar en aguas termales cerca de Palea Kameni y una visita a Thirassia, una encantadora isla cercana y menos turística.
En la última noche de nuestra estancia, cenando bajo las estrellas en un restaurante con vistas a la bahía de Santorini, ambas coincidimos en que había vivido una aventura inolvidable. Y terminamos brindando por haber hecho caso a nuestra pasión viajera, convirtiendo un sueño compartido en una experiencia extraordinaria.
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